jueves, 7 de mayo de 2009

Caso Lugo. Aporte de estudiantes jesuitas.

APORTES Y REFLEXIONES SOBRE LAS DENUNCIAS CONTRA LUGO

Asunción, 28 de abril de 2009.

Queridos amigos:

El sábado pasado hemos dedicado nuestro día de retiro a reflexionar, dialogar y rezar sobre los últimos acontecimientos de denuncias contra el Presidente Fernando Lugo, teniendo en cuenta su relación con la Iglesia, el sacerdocio y la Vida religiosa y cómo todo esto nos ha afectado como cristianos consagrados en la vida religiosa en Paraguay. Decidimos plantear este tema dado que nos encontrábamos confundidos ante los hechos y con la necesidad de reflexionar y buscar entender con mayor claridad lo que está pasando.

Ante las denuncias hemos pasado en un primer momento de la sorpresa, la incredulidad, a sentimientos encontrados, entre la duda y el no saber dar respuesta adecuada a las personas que, con nosotros, se sentían golpeados por el hecho revelado durante la Semana Santa.

Frente al reconocimiento de la paternidad y de las siguientes acusaciones, comenzó a instalarse el desánimo y la desconfianza, pasamos por la indignación, la vergüenza y se levantó en nosotros una nube de cuestionamientos sobre la capacidad del propio Presidente de ser coherente con la palabra empeñada, por otro lado fuimos sacudidos por los duros cuestionamientos que se levantaron a la fidelidad de los sacerdotes a los compromisos asumidos. A nivel social y nacional parecía que todo el camino hecho y los sueños de transformación del país se venían abajo en picada.

Intentando entender lo que está pasando recordamos algunos acontecimientos, desde que Lugo, en base a su prestigio como “obispo de los pobres”, fue solicitado para encabezar como figura aglutinante la Marcha ciudadana de marzo de 2007 contra la inamovilidad de los miembros de la Corte Suprema y contra la reelección presidencial, y el siguiente proceso de concertación de la oposición, que Lugo aceptó liderar a pedido de la misma oposición, los diálogos populares, y finalmente la histórica victoria de la Alianza patriótica, con la caída de la ANR el 20 de abril de 2008.

Repasamos los hechos denunciados y no deja de llamarnos la atención la manera en que se manifestaron, aparentemente respondiendo a un calendario bien pensado, no precisamente por las mujeres que reclamaban el reconocimiento de sus hijos, sino por otras personas que saben dar los golpes en los momentos más sensibles.

No parece casual que se haya revelado el primer caso un miércoles santo, con gran impacto y sin posibilidad de mucha respuesta, la noticia se publica el jueves y el viernes no salen los diarios, el sábado y el domingo la bomba tiene tiempo de hacer llegar su onda expansiva muy lejos, sobre todo por el contexto religioso de la semana y por tratarse de un ex obispo. El segundo impacto viene a primera hora del 20 de abril, cuando se preparaba un acto masivo para celebrar el aniversario de la victoria, la primera plana de prensa debía ser el recuerdo del triunfo de la Alianza y de la histórica caída de la ANR, nada de eso fue tema del día en la prensa.

¿Quiénes pueden estar detrás de todo esto, además de las mujeres que, con todo derecho, presentaron las denuncias? No podemos evitar pensar que hay muchos interesados en que no siga adelante el proceso de transparencia de las instituciones públicas, la purificación de la justicia y del poder legislativo, la renegociación de Itaipú, la implementación del Impuesto a la Renta Personal, la reforma agraria, la contención de la corrupción, el prebendarismo y la mafia, por citar algunas líneas significativas que, con mayor o menor éxito, se han empezado a impulsar desde el gobierno... Hay gente que tiene mucho que perder si este proceso avanza en serio.

Por otra parte no podemos negar que el hecho reconocido de las relaciones de Lugo con la madre de su hijo, durante su ministerio episcopal, desnuda una práctica inadmisible, daña la imagen del sacerdocio y lesiona la confianza que los fieles puedan tener en el presbítero, da pie a cuestionamientos sobre la castidad, el celibato sacerdotal y el mismo sacerdocio en ámbitos diversos. Algunos encuentran en este hecho ciertamente indefendible, sobre todo porque está en juego la vida de personas, un motivo para atacar al conjunto de los sacerdotes y su ministerio delante de la sociedad.

Desde dentro de la iglesia el escándalo sacude a los que estamos formándonos para el sacerdocio o ejerciendo el ministerio presbiteral. Ante los cuestionamientos nos encontramos desprovistos de respuestas claras, como con una “pelota tata” que hay que despejar lo antes posible. A veces incluso hemos oído alrededor nuestro que surge el chiste como una manera de aliviar este peso difícil de cargar, también hemos escuchado a compañeros decir: “si uno que fue religioso, provincial y obispo no pudo ser fiel a sus promesas, entonces ¿qué se puede exigir de un joven que está empezando a dar sus primeros pasos...?”

Ciertamente vemos que la figura de Fernando Lugo ha posicionado fuertemente en el imaginario colectivo, y por lo tanto en nuestro imaginario, dos vías de opción desde el sacerdocio, la primera es la opción por el ejercicio de la actividad política en función de la administración del poder público, la segunda es la vía de la relación de pareja en pleno ejercicio de la actividad sacerdotal. Estas posibilidades, que no son compatibles con el ministerio religioso sacerdotal, en realidad no son nuevas, pero adquieren un peso mayor a partir de las realidades que vivimos y por la relevancia de la figura en cuestión. Por lo que, tanto del lado del sacerdote como del lado de la gente, sean católicos o no, la imagen del rol del presbítero se verá coloreada por estas posibilidades, como elementos susceptibles de hacerse realidad.

Vemos que las defensas que tenemos para vivir nuestra vida religiosa, de por sí frágiles, se ven más amenazadas aún en una cultura machista que nunca creyó en el celibato, ni acepta el consejo evangélico de la virginidad como valor, y en un ambiente erotizado y hedonista que incita al libertinaje sexual; de modo que hoy más que nunca se expone al célibe, se relativiza la validez de su compromiso y se cuestiona su fidelidad.

Posiblemente en adelante el que responda a la llamada de Dios para consagrarse en castidad tendrá que tener firmes convicciones personales, no podrá hacer descansar su consagración en el cuestionado prestigio del sacerdocio, ni podrá apoyarse demasiado en la imagen de la institución religiosa o eclesial sino que tendrá que hacer méritos propios ante la gente para ganarse su confianza y basar su estilo de vida en una experiencia más profunda del seguimiento de Jesucristo.

Hemos comentado que en nuestro país la experiencia del desmembramiento de las familias por las migraciones internas y externas genera una gran falta de afecto en las personas, una carencia que se busca suplir buscando protección en personas que representan la figura paterna o materna ausente, es una situación que, particularmente los consagrados, debemos aprender a manejar con madurez y honestidad, sin aprovecharnos de la situación de necesidad para satisfacer las propias carencias.

La realidad en la que vivimos es compleja y difícil, se tiene la sensación de que la formación, sobre todo al inicio, sitúa al candidato al sacerdocio en una “burbuja” o en una especie de “termo” afectivo, sin exponerlo a afrontar la realidad. Exponernos y afrontar puede ayudar más a crecer que negar la realidad, así se pone en evidencia la fragilidad de nuestras convicciones y de nuestra propia solidez. En todo esto es muy importante tener en el acompañamiento una actitud de ayuda y apertura, ya que fácilmente se puede caer en la desconfianza y la condena en estos campos tan sensibles para la persona.

Otro aporte en la reflexión ponía a consideración que un tipo de opción pastoral comprometida con la gente pobre coloca a agentes de pastoral, sacerdotes y obispos, en situaciones de frontera, en relación con todo tipo de grupos y personas, en espacios conflictivos, en cruces ideológicos y políticos que no son fáciles de manejar y donde la persona arriesga mucho de su integridad, sus convicciones y expone su propia consagración, si bien este mismo hecho no justifica los errores que se pueden cometer, ni exculpa de responsabilidad ante los hechos, nos puede hacer más comprensivos con los que han tenido fallas en estos campos.

No hay que olvidar que Lugo ha encarnado una corriente progresista que ha sido atacada por sectores más conservadores de la Iglesia, ha sido identificado con la teología de la liberación, de modo que con esto algunos esperan, por extensión, dar un golpe de gracia descalificador a este pensamiento dentro de la Iglesia paraguaya.

No deja de hacernos pensar que, desde fuera y desde dentro de la Iglesia, los grupos y personas que han cuestionado su candidatura son los mismos que más fuertemente golpean ahora cuando sale a luz su falta de fidelidad a la castidad...

Vemos que los hechos en cuestión endurecen a los que siempre han estado en contra de la Iglesia, vemos que las personas que están firmes en su fe y en su compromiso, aunque son sacudidos y bajoneados, no se dejan derrumbar, pero también vemos y nos preocupa como el mayor daño se instala en los más frágiles por dentro, aquellos que dudan, aquellos que son sometidos a duros ataques y no tienen defensa interna y se encuentran sin argumentos para enfrentarlos... Ciertamente muchos aprovecharán esta caída para usar artillería pesada en contra de la fe y de la Iglesia.

Intentando ver más allá del hecho y abrir el abanico completo para tratar de entender lo que está pasando nos da la impresión de que se ha centrado la atención en el árbol caído, se ha hecho leña verde y se ha quemado para hacer un oscuro humo que no permita a la gente ver otra cosa que no sea el pecado de Lugo, haciendo con esto que se pierda de vista el horizonte más amplio del proceso que vive el país.

Creemos que debemos pensar en las exigencias de una ética personal y al mismo tiempo de una ética nacional, lo que implica no solo lo que Fernando Lugo hizo mal en su vida privada, sino la consideración de la voluntad del pueblo que lo ha elegido para que lleve adelante un proceso de cambio de la situación, una salida de la pobreza mayoritaria, a la que el Partido Colorado no ha sido capaz de dar respuesta en sus 60 años de gobierno. Esta voluntad del pueblo, si bien puede haberse visto golpeada por los hechos denunciados, no ha sido retirada aún de manera manifiesta.

No se trata de divorciar la ética personal de la ética social y política, que son inseparables, sino de ponerlas en la balanza en el conjunto de las necesidades del país y de los intereses en juego, para ver mejor lo que conviene hacer en este momento. Cuando hacemos un discernimiento cristiano, nos planteamos elegir no entre una cosa buena y una cosa mala, sino entre un bien y un bien mayor; y en algunos casos, como se puede dar con frecuencia en la política, entre el menor de los males, o sea entre un mal y un mal menor... No siempre es tan claro lo que hay que hacer ya que no se trata de elegir entre blanco y negro, entre un ángel y un demonio, sino entre personas humanas falibles, atendiendo al contexto que vivimos y sus posibilidades reales.

Nos parece que la campaña de ataque al gobierno de Lugo usa una estrategia sutil, que consiste en poner en primer plano, con lente de aumento y de repetición hasta el cansancio, las fallas de Fernando Lugo contra la castidad y la paternidad responsable, ya que ciertamente nadie podría salir a defender estos defectos morales del ex obispo presidente, pero en el desarrollo de las consecuencias que se siguen, se cuelan otras intenciones, como la presión para que renuncie a la presidencia, y la consecuente sucesión por personas que no han sido votadas por el pueblo y que no responden a una intención de verdadero cambio social. Esto nos hace pensar en lo que nos enseña San Ignacio sobre las estrategias de la segunda semana de los ejercicios espirituales. Hay que mirar no solo el principio, sino también el medio y el fin, es decir, no porque el comienzo tenga una buena apariencia de moralidad, esto significa que todo lo que sigue tiene el mismo signo, hay que ver cómo se desarrolla y a dónde finalmente lleva toda esta movida, teniendo en cuenta los intereses de las personas en juego y las consecuencias que esto tendrá para el futuro del país.

Desde nuestra experiencia cristiana, religiosa y eclesial creemos que estamos en un tiempo de purificación, un tiempo de gracia no muy cómodo, una crisis de crecimiento. Es importante que se nos cuestione a los consagrados, que nos exijan coherencia de vida, y justamente esta falta de coherencia de vida era una de las necesidades señaladas por la Conferencia Episcopal Paraguaya luego de recoger los aportes hechos en la consulta eclesial “Habla Señor que tu Iglesia escucha”.

Es saludable que nos sacudan para que busquemos nuevas formas, más íntegras y coherentes de vivir nuestra consagración. Hoy se plantea el cuestionamiento público y radical a nuestra castidad, más tarde nos cuestionarán sobre nuestra pobreza y después, tal vez, sobre nuestra obediencia, puede ser que este sea el medio de purificación que se nos ofrece y que debemos tomar en serio, de modo que este cuestionamiento desemboque en algo nuevo, en una nueva respuesta, en un nuevo estilo de vivir.

Todo esto nos hace pensar en qué se basa nuestra vocación, nuestra opción por el sacerdocio, o en qué basan su fe los cristianos laicos, y nos lleva a despojarnos de falsas seguridades, como las meras tradiciones, las herencias del pasado, y aún el testimonio siempre falible de las personas, y a cimentar nuestra fe en una experiencia personal de encuentro con Jesucristo...

Creemos que como cristianos debemos poner la mirada en Jesús como sacerdote, principio y fundamento último de nuestra fe y de nuestra vocación y recurrir a María que nos lleva a su hijo, en una expresión tan humana “jaha jey ñande sy rógape”1, donde siempre podemos ser recibidos, comprendidos, alentados y renovar energías para seguir el camino iniciado.

Nos sentimos llamados a emplear los medios adecuados, aquellos que juntan el instrumento con Dios y son más eficaces para que nos rijamos de Su Divina mano, siempre será fundamental el recurrir a la oración, la eucaristía celebrada en comunidad, el examen de nuestra propia conciencia, la reconciliación a través del sacramento, el acompañamiento espiritual personal, y el dejarse ayudar por otros cuando sentimos que solos no podemos.

Amigos, estas son algunas de las reflexiones que compartimos en nuestro encuentro, en un clima de diálogo y oración compartida que cerramos con el texto de los discípulos de Emaús (Lucas 24, 13-35). No pretendemos agotar explicaciones ni tener la interpretación más acertada de lo que está pasando, pero es lo que pudimos recoger, de manera más o menos ordenada, y lo que ahora les hacemos llegar como un aporte para seguir caminando con esperanza a pesar de todo.

Comunidad Ignacio Ellakuría.

Estudiantes Jesuitas del Paraguay.

Barrio Trinidad – Asunción.

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