domingo, 5 de julio de 2009

¿Qué es la Liturgia?

DIÓCESIS DEL ALTO VALLE DEL RIO NEGRO

Jornadas de Liturgia – Julio 2009

¿Qué es la liturgia?

1. El Misterio de la liturgia es sacramental

La liturgia comunica una realidad primordial que es sobrenatural e invisible, a través de un sistema de elementos visibles y pertenecientes a nuestras realidades temporales.

En la experiencia sensible y tangible de una celebración, sistema simbólico de comunicación verificable y controlable por nuestros medios técnicos, se nos comunica la realidad invisible y primordial de la salvación en Cristo. La celebración ritual es signo y medio de la obra de salvación.

Para clarificar que es la liturgia podemos considerar ahora una serie de características que podrían confundirse con la liturgia pero que no la constituyen.

- Un espectáculo sagrado. La liturgia no consiste en la forma oficial del culto exterior de la Iglesia; la "etiqueta del Gran Rey". Ya lo expresaba Pío XII: "No es la parte solamente externa y sensible del culto divino, ni el ceremonial decorativo" (MD 25).

- Cumplimiento legal de ritos. Ya Pío XII decía que la liturgia no es el "conjunto de leyes y preceptos por los que la Jerarquía ordena el conjunto de ritos" (MD 25).

- Acto religioso privado. La liturgia no puede consistir en la piedad individual hecha pública, ni en la unión de los actos religiosos privados.

- Expresión externa del sentimiento religioso. Si la liturgia consistiera en una mera manifestación de nuestra dependencia del Ser Supremo, ¿dónde quedaría lo específico del cristianismo, si sería válida para cualquier ser humano y cualquier religión?

- Catequesis o acción de concientización. La liturgia no es una catequesis ilustrada, sino es una actualización de la salvación a través de un sistema de signos.

Las definiciones que nos fueron dando los autores de la ciencia litúrgica, nos van marcando las etapas de comprensión del Misterio de la liturgia.

· Según una definición estética la liturgia es la forma exterior y sensible del culto, o sea, el conjunto de ritos y ceremonias, expresión estética de la fe y del sentimiento religioso.

· Según una definición jurídica la liturgia es el culto público regulado por la autoridad jerárquica de la Iglesia; o sea, el conjunto de normas y rúbricas que ordenan la celebración para que sea acción oficial de la sociedad-Iglesia.

· Según una definición teológica la liturgia es la presencia de Cristo y de su obra, el Misterio Pascual, en la historia de la salvación (dimensión descendente de la liturgia). Por lo que no es un culto entre tantos, sino el único posible tributado al Padre. Es el culto propio de la Iglesia de Jesucristo (dimensión ascendente de la liturgia) (Cf. SC 7, 10, 2, 84).

2. El Misterio Pascual de Cristo y su actualización en la liturgia

(Dimensión descendente de la liturgia)

El lenguaje bíblico y litúrgico se ha referido con el nombre de Misterio Pascual a toda la obra salvadora de Cristo en su dimensión dinámica, teniendo como foco o centro de referencia la Muerte y Resurrección de Cristo. Una etimología popular hacía derivar "pascua" del griego "pasjein" = padecer, relacionándola con el testimonio mediante el sufrimiento y muerte violentas, llevando asociada la victoria. La "pascha" hebrea indica el rito que revive el acontecimiento salvador fundante. La Pascua de los judíos indicaba el paso del pueblo a su condición de salvados, comprendiendo el paso del Mar Rojo, la travesía del desierto, la Alianza del Sinaí y la entrada en la tierra prometida. La Pascua de los cristianos indica el perfecto cumplimiento de este gran movimiento de la humanidad, al pasar a la definitiva salvación a través de la Muerte y Resurrección de Cristo. No es un acto individual, sino el movimiento de todo un pueblo en el paso único de Dios entre los hombres, orientado hacia su pleno cumplimiento.

El Misterio Pascual no es simplemente la Muerte y Resurrección como dos actos sucesivos, sino el paso de uno al otro, el movimiento, la unidad dinámica del primer al segundo momento de esta realidad indivisible. Es el Misterio del Señor pasando de este mundo al Padre, de la vida mortal a la gloriosa, por el camino de la pasión y de la muerte cruenta sobre la cruz, y haciendo pasar a la humanidad pecadora con El a presencia de su Padre, es decir, dando nacimiento a una humanidad nueva, concretada en la Iglesia que pasa del pecado a la gracia, de la esclavitud a la libertad y de la muerte a la vida en Cristo.

La Muerte y Resurrección de Cristo no es una realidad estática, sino dinámica. La Pascua es el misterio de la vida brotando de la muerte, el tránsito de este mundo a Dios realizado por Jesucristo en beneficio de su Iglesia. El salvador pasa a través de la muerte para vencer a la muerte y recibir el señorío y la glorificación universal, y a la vez da vida y hace pasar con El a toda la humanidad a la vida divina y a la herencia del Padre. Este dinamismo pascual es de orden sacramental. Es decir, mediante las celebraciones litúrgicas, sobre todo de los sacramentos pascuales, el pueblo de Dios entra el paso de la muerte a un orden nuevo de resurrección por el que Cristo lo va conduciendo.

La iglesia celebra en la liturgia el Misterio Pascual de Cristo. La vida cristiana consiste en realizar en la vida diaria el Misterio Pascual de Cristo, realizado en nosotros en el Bautismo y nutrido en el Convite Pascual de la Eucaristía. Renunciando al pecado, vivimos cada día en novedad y libertad (Rm 6,3-11).

Hacemos morir en nosotros lo que pertenece al mundo cerrado en sí mismo (idolatrías, falsedades, malignidad, apetitos desordenados), buscando las cosas de arriba (Col 3,1-9). Nos renovamos en la justicia y la santidad, revistiéndonos de los sentimientos de Cristo, el hombre nuevo: misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia (Ef 4,24; Col 3,10-12), manteniéndonos en la verdadera libertad (Gal 5,1). Tenemos despierta la memoria de Cristo, que padeció por nosotros dejándonos un ejemplo a seguir (1 Pe 2,21). Nos quitamos la levadura de malicia y perversidad (1 Co 5,6).

Toda nuestra existencia consiste en realizar en la vida el Misterio que celebramos en los sacramentos. Por eso, exultamos de alegría por las maravillas obradas por Dios en el Misterio Pascual. Suplicamos que todo el Cuerpo de Cristo se convierta en una ofrenda agradable al Padre, para cantar sus alabanzas. Anunciamos así la Muerte del Señor hasta que El venga (1 Co 11,26). La celebración litúrgica sintetiza y condensa la vida ordinaria, hecha participación de la Muerte y Resurrección de Cristo.

En efecto, el Misterio Pascual es el núcleo de toda celebración y del año litúrgico. Los Sacramentos de la Humanidad de Cristo realizan en nosotros el Misterio Pascual de Cristo, haciéndonos pasar del pecado a ser hijos de Dios.

La reforma litúrgica del Vaticano II afirma que no sólo el domingo, el triduo pascual y las diversas celebraciones del Misterio de Cristo son celebraciones del Misterio Pascual, sino que también las memorias de los santos y la liturgia de las horas, así como los sacramentos, celebran en su globalidad el Misterio Pascual de Cristo.

En las celebraciones, el Señor, muerto y resucitado, reina en nosotros. Celebramos el plan de salvación de Dios y todo el conjunto de hechos salvíficos mediante los cuales ha ido realizando ese proyecto. Celebramos ritualmente la memoria de la Pascua y la Alianza nueva.

3. El Culto de la Iglesia realizado en la liturgia

(Dimensión ascendente de la liturgia)

La celebración litúrgica hace presente el Misterio Pascual de Cristo y expresa la realidad de la Iglesia en cuanto misterio, comunión, servicio y misión. Expresa en sus ritos, textos y ministros "el Misterio de Cristo y la genuina naturaleza de la verdadera Iglesia" (LG 2). Es una expresión de la fe de la Iglesia y es una experiencia de Iglesia.

Jesús, frente al culto del templo, se mostró muy libre. Observaba las prácticas, pero exigía, antes que al rito, dar primacía al amor y misericordia (Mt 5,23-24; 15,5-9; Mc 7,6-9; 12,33); además, inaugura el “culto en Espíritu y en Verdad” (Jn 4,24), que consiste en la ofrenda de su propia vida. Su existencia entera es un ministerio sacerdotal que culmina con la ofrenda de su vida en sacrificio. Y así, la existencia de Cristo es la plenitud del culto cristiano (Hb 10,5-14; Rm 5,1-11). No tenemos más templo que el Cuerpo glorificado de Jesús, ni más altar que su Cruz, ni más sacerdote y sacrificio que su misma Persona.

Por tanto, el culto cristiano no consiste en acciones organizadas al margen de la vida, sino la propia existencia vivida en fidelidad a Dios. Cristo, el sumo y eterno sacerdote, es nuestro templo. El asume nuestra ofrenda y la presenta al Padre. Nos incorpora a sí mismo como su Cuerpo; integramos así el nuevo templo y ofrecemos el nuevo culto, el de nuestra obediencia filial a Dios.

El culto cristiano es memorial del acontecimiento definitivo de Dios en Cristo y por Cristo en favor nuestro, celebrado en la comunidad de los redimidos, Cuerpo de Cristo resucitado, pueblo sacerdotal que adora al Padre en Espíritu y en verdad.

La Iglesia es la esposa de Cristo que canta la alabanza divina en unión con Cristo, su Esposo. Israel era el pueblo elegido por amor (Dt 7,7-8) como en matrimonio (Os 2,4-22; Ez 16; Jr 2,32; 3,1-22; Is 54,4-8; 62,4-5; Cant; Sal 44). Cristo es el Esposo de la Iglesia (Jn 3,28-29; Mt 9,15; 2 Co 11,2; Ef 5,25-32), que ha preparado su banquete nupcial (Mt 22,2; 25,1-10): las Bodas del Cordero (Ap 19,7-8). La liturgia es el encuentro amoroso entre el Esposo y la Esposa, en que El la purifica para presentarla al Padre. “Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno” (SC 7). “... es en verdad la voz de la misma Esposa que habla al Esposo; más aún, es la oración de Cristo, con su Cuerpo, al Padre” (SC 84).

“Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es ‘sacramento de unidad’, es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los Obispos. Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan; pero cada uno de los miembros de este cuerpo recibe un influjo diverso, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual” (SC 26).

La liturgia constituye a la Iglesia. Es Dios quien toma la iniciativa. Dios viene en Cristo, convoca por la Palabra la asamblea, sella la Alianza y hace crecer la Iglesia.

Así que la Iglesia revela su verdadera naturaleza en la liturgia. La Iglesia es precisamente Iglesia en el momento en que se reúne como asamblea litúrgica. La Iglesia se hace visible allí donde hay una comunidad local que, por la acción litúrgica, se hace pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo. La Iglesia es la comunidad reunida por la liturgia. La celebración es una automanifestación de la Iglesia. Cada comunidad local que celebra la liturgia es Iglesia

Hay algunas constantes que hemos percibido a lo largo de esta primera aproximación a la liturgia:

- La liturgia es acción, supone salir de la pasividad, con creatividad y movimiento, exige actuación de los que en ella toman parte.

- La acción litúrgica tiene carácter simbólico-ritual; es decir, el sistema expresivo debe impactar y hablar por sí mismo sin necesidad de explicaciones verbales.

- Tiene una estructura sacramental, es decir, una parte visible y otra invisible. Los contenidos invisibles que nos llegan a través de la celebración son: nuestra participación en el único Sacerdocio de Cristo, en su Pascua y en su culto, y, por tanto, la realización de un momento más en la Historia de la Salvación.

Trabajo en grupos: A partir de esta definición, vamos a recorrer algunos documentos de la Iglesia y a encontrar en ellos lo que se dice sobre la liturgia:

1) leer el texto y señalar la definición de liturgia.

2) destacar el énfasis que el texto le da a la definición de liturgia

3) compartir estas preguntas:

Ø¿como vivimos la dimensión descendente y ascendente de la liturgia?

Ø¿cómo notamos que se vive en nuestras comunidades?

1) Concilio Vaticano II, Constitución SACROSANCTUM CONCILIUM (4/12/63):

“Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno. Con razón, entonces, se considera la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (SC 7).

2) Documento de PUEBLA (1979):

“La liturgia, como acción de Cristo y de la Iglesia, es el ejercicio del Sacerdocio de Jesucristo; es cumbre y fuente de la vida eclesial. Es encuentro con Dios y con los hermanos; banquete y sacrificio realizado en la Eucaristía; fiesta de la comunión eclesial, en la cual el Señor Jesús, por su Misterio Pascual, asume y libera al pueblo de Dios y por él a toda la humanidad cuya historia es convertida en historia salvífica para reconciliar a los hombres entre sí y con Dios. La liturgia es también fuerza en el peregrinar, a fin de llevar a cabo, mediante el compromiso transformador de la vida, la realización plena del Reino, según el plan de Dios” (DP 918).

3) Juan Pablo II, Carta Apostólica VICESIMUS QUINTUS ANNUS en el 25° aniversario de la Constitución Sacrosanctum Concilium (4/12/88)

“El primer principio (de la Sacrosanctum Concilium) es la actualización del Misterio pascual de Cristo en la liturgia de la Iglesia, porque «del costado de Cristo dormido en la Cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera» Toda la vida litúrgica gira en torno al sacrificio eucarístico y a los demás sacramentos, por los que llegamos a la fuente misma de la salvación (cf. Is 12, 3). Debemos, por tanto, ser muy conscientes de que por el «misterio pascual de Cristo, hemos sido sepultados con él en la muerte, para resucitar con el a una vida nueva». Cuando los fieles participan en la Eucaristía han de comprender verdaderamente que «cada vez que se celebra el memorial de la muerte del Señor, se realiza la obra de nuestra Redención» y a tal fin los Pastores deben formarlos con empeño constante para celebrar cada domingo la obra maravillosa que Cristo ha llevado a cabo en el misterio de su Pascua, para que, a su vez, lo anuncien al mundo. En el corazón de todos pastores y fieles la noche pascual debe volver a tener su importancia única, hasta el punto de ser verdaderamente la fiesta de las fiestas en el año litúrgico.

Ya que la muerte de Cristo en la Cruz y su resurrección constituyen el centro de la vida diaria de la Iglesia. Y la prenda de su Pascua eterna la Liturgia tiene como primera función conducirnos constantemente a través del camino pascual inaugurado por Cristo, en el cual se acepta morir para entrar en la vida”. (VQA 6)

4) CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA (1992):

“Con razón se considera la liturgia como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en la que, mediante signos sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, la santificación del hombre y, así, el Cuerpo Místico de Cristo, esto es, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público. Por ello, toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (CEC 1070).

5) INSTRUCCIÓN GENERAL DEL MISAL ROMANO (2002):

“La celebración de la Misa, como acción de Cristo y del pueblo de Dios ordenado jerárquicamente, es el centro de toda la vida cristiana para la Iglesia, tanto universal, como local, y para cada uno de los fieles. Pues en ella se tiene la cumbre, tanto de la acción por la cual Dios, en Cristo, santifica al mundo, como la del culto que los hombres tributan al Padre, adorándolo por medio de Cristo, Hijo de Dios, en el Espíritu Santo. Además, en ella se renuevan en el transcurso del año los misterios de la redención, para que en cierto modo se nos hagan presentes. Las demás acciones sagradas y todas las obras de la vida cristiana están vinculadas con ella, de ella fluyen y a ella se ordenan” (IGMR 16).

“Por esto, es de suma importancia que la celebración de la Misa, o Cena del Señor, se ordene de tal modo que los ministros y los fieles, que participan en ella según su condición, obtengan de ella con más plenitud los frutos, para conseguir los cuales Cristo nuestro Señor instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre como memorial de su pasión y resurrección y lo confió a la Iglesia, su amada Esposa” (IGMR 17).

6) Juan Pablo II, Carta Encíclica ECCLESIA DE EUCHARISTIA (17/4/2003)

“Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y « se realiza la obra de nuestra redención ».Este sacrificio es tan decisivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado el medio para participar de él, como si hubiéramos estado presentes. Así, todo fiel puede tomar parte en él, obteniendo frutos inagotablemente. Ésta es la fe de la que han vivido a lo largo de los siglos las generaciones cristianas. Ésta es la fe que el Magisterio de la Iglesia ha reiterado continuamente con gozosa gratitud por tan inestimable don. Deseo, una vez más, llamar la atención sobre esta verdad, poniéndome con vosotros, mis queridos hermanos y hermanas, en adoración delante de este Misterio: Misterio grande, Misterio de misericordia. ¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega « hasta el extremo » (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida”. (EE 11)

7) Juan Pablo II, Carta Apostólica SPIRITUS ET SPONSA, en el 40° aniversario dela Constitución Sacrosanctum Concilium (4/12/2003)

“Con el paso del tiempo, a la luz de los frutos que ha producido, se ve cada vez con mayor claridad la importancia de la constitución Sacrosanctum Concilium. En ella se delinean luminosamente los principios que fundan la praxis litúrgica de la Iglesia e inspiran su correcta renovación a lo largo del tiempo (cf. n. 3). Los padres conciliares sitúan la liturgia en el horizonte de la historia de la salvación, cuyo fin es la redención humana y la perfecta glorificación de Dios. La redención tiene su preludio en las maravillas que hizo Dios en el Antiguo Testamento, y fue realizada en plenitud por Cristo nuestro Señor, especialmente por medio del misterio pascual de su bienaventurada pasión, de su resurrección de entre los muertos y de su gloriosa ascensión (cf. n. 5).


“Con todo, no sólo es necesario anunciar esa redención, sino también actuarla, y es lo que lleva a cabo "mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica" (n. 6). Cristo se hace presente, de modo especial, en las acciones litúrgicas, asociando a sí a la Iglesia.
Toda celebración litúrgica es, por consiguiente, obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo místico, "culto público íntegro" (n. 7), en el que se participa, pregustándola, en la liturgia de la Jerusalén celestial (cf. n. 8). Por esto, "la liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (n. 10).
(SP 2)

8) Benedicto XVI EXORTACION APOSTOLICA POS SINODAL SACRAMENTUM CARITATIS (22/02/2007)

“La relación entre el misterio creído y celebrado se manifiesta de modo peculiar en el valor teológico y litúrgico de la belleza. En efecto, la liturgia, como también la Revelación cristiana, está vinculada intrínsecamente con la belleza: es veritatis splendor. En la liturgia resplandece el Misterio pascual mediante el cual Cristo mismo nos atrae hacia sí y nos llama a la comunión. En Jesús, como solía decir san Buenaventura, contemplamos la belleza y el fulgor de los orígenes.[106] Este atributo al que nos referimos no es mero esteticismo sino el modo en que nos llega, nos fascina y nos cautiva la verdad del amor de Dios en Cristo, haciéndonos salir de nosotros mismos y atrayéndonos así hacia nuestra verdadera vocación: el amor.[107] Ya en la creación, Dios se deja entrever en la belleza y la armonía del cosmos (cf. Sb 13,5; Rm 1,19-20). Encontramos después en el Antiguo Testamento grandes signos del esplendor de la potencia de Dios, que se manifiesta con su gloria a través de los prodigios obrados en el pueblo elegido (cf. Ex 14; 16,10; 24,12-18; Nm 14,20-23). En el Nuevo Testamento se llega definitivamente a esta epifanía de belleza en la revelación de Dios en Jesucristo.[108] Él es la plena manifestación de la gloria divina. En la glorificación del Hijo resplandece y se comunica la gloria del Padre (cf. Jn 1,14; 8,54; 12,28; 17,1). Sin embargo, esta belleza no es una simple armonía de formas; « el más bello de los hombres » (Sal 45[44],33) es también, misteriosamente, quien no tiene « aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres [...], ante el cual se ocultan los rostros » (Is 53,2). Jesucristo nos enseña cómo la verdad del amor sabe también transfigurar el misterio oscuro de la muerte en la luz radiante de la resurrección. Aquí el resplandor de la gloria de Dios supera toda belleza mundana. La verdadera belleza es el amor de Dios que se ha revelado definitivamente en el Misterio pascual (SC 35).

La belleza de la liturgia es parte de este misterio; es expresión eminente de la gloria de Dios y, en cierto sentido, un asomarse del Cielo sobre la tierra. El memorial del sacrificio redentor lleva en sí mismo los rasgos de aquel resplandor de Jesús del cual nos han dado testimonio Pedro, Santiago y Juan cuando el Maestro, de camino hacia Jerusalén, quiso transfigurarse ante ellos (cf. Mc 9,2). La belleza, por tanto, no es un elemento decorativo de la acción litúrgica; es más bien un elemento constitutivo, ya que es un atributo de Dios mismo y de su revelación. Conscientes de todo esto, hemos de poner gran atención para que la acción litúrgica resplandezca según su propia naturaleza

9) DOCUMENTO DE APARECIDA (2007)

“Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, con palabras y acciones, con su muerte y resurrección, inaugura en medio de nosotros el Reino de vida del Padre, que alcanzará su plenitud allí donde no habrá más “muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido” (Ap 21, 4). Durante su vida y con su muerte en cruz, Jesús permanece fiel a su Padre y a su voluntad (cf. Lc 22, 42). Durante su ministerio, los discípulos no fueron capaces de comprender que el sentido de su vida sellaba el sentido de su muerte. Mucho menos podían comprender que, según el designio del Padre, la muerte del Hijo era fuente de vida fecunda para todos (cf. Jn 12, 23-24). El misterio pascual de Jesús es el acto de obediencia y amor al Padre y de entrega por todos sus hermanos, mediante el cual el Mesías dona plenamente aquella vida que ofrecía en caminos y aldeas de Palestina. Por su sacrificio voluntario, el Cordero de Dios pone su vida ofrecida en las manos del Padre (cf. Lc 23, 46), quien lo hace salvación “para nosotros” (1 Co 1, 30). Por el misterio pascual, el Padre sella la nueva alianza y genera un nuevo pueblo, que tiene por fundamento su amor gratuito de Padre que salva.(DA 143).

“Encontramos a Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada Liturgia. Al vivirla, celebrando el misterio pascual, los discípulos de Cristo penetran más en los misterios del Reino y expresan de modo sacramental su vocación de discípulos y misioneros. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Vaticano II nos muestra el lugar y la función de la liturgia en el seguimiento de Cristo, en la acción misionera de los cristianos, en la vida nueva en Cristo, y en la vida de nuestros pueblos en Él (DA 250).

Comunicación y Liturgia

DIÓCESIS DEL ALTO VALLE DEL RIO NEGRO

Jornadas de Liturgia – Julio 2009

La comunicación en la celebración litúrgica


Ejercicio 1

Te pido que te ubiques en el lugar que ocupas en la celebración eucarística en tu comunidad

Trata de señalar tres momentos de esa celebración en donde experimentas una muy

buena comunicación (puede ser con Dios, con los demás o con vos mismo)

a)...........................................................

b)...........................................................

c)............................................................

Ahora señala otros tres momentos donde notas dificultades de comunicación (también

con Dios, con los demás o con vos mismo)

a)............................................................

b).............................................................

c).............................................................

Una vez que completaste este ejercicio compartilo con quien tenés a tu lado.

Luego los dos reúnanse con otros dos para compartir lo escrito

Por último los cuatro pónganse de acuerdo en señalar un buen momento y una dificultad

para compartirlos en el plenario.

Cuando los eligieron escríbanlos y alguno de ustedes los dice en voz alta

Un buen momento.......................................................................

Una dificultad...............................................................................

Para anotar lo que proponen otros grupos:

Buenos momentos:

Dificultades:


INTRODUCCIÓN: Del acontecimiento a la celebración

La relación de Dios con su Pueblo está marcada por acontecimientos salvíficos. Estos acontecimientos se dan en un tiempo y en un espacio concreto.

Esos acontecimientos comunican la salvación. La comunican por medio de su realidad tangible, material, al alcance de quienes la viven.

Para los israelitas el acontecimiento emblemático de la salvación es el Paso del Mar Rojo. Los que allí estuvieron experimentaron como Dios, con “brazo fuerte” los liberó del Faraón y de la esclavitud de Egipto.

El pueblo de Israel - esclavo en Egipto- quería ir al desierto para celebrar el rito del cordero pascual, un rito muy antiguo que mantenía a las tribus unidas.

Con la liberación de Egipto ese rito se convierte en el signo por medio del cual ese acontecimiento liberador real se hace presente en la celebración.

A lo largo de la historia de Israel cada celebración del rito pascual es una manera concreta de tomar contacto con la salvación y la liberación.

Jesucristo comunica la plenitud de la salvación, nuestra liberación definitiva de la esclavitud del pecado y de la muerte.

Lo hace por medio de su humanidad. Solo a través de la humanidad de Jesús - con todo lo que ello implica de riqueza y de limitación- esa salvación se quedó en medio nuestro. En Jesús de Nazareth hay una cultura, una historia, unas costumbres, un espacio y un tiempo en el cuál se hace presente definitivamente la salvación de la humanidad.

La plenitud de esa salvación Jesucristo nos la alcanzó en su Misterio Pascual. El acontecimiento histórico de su Pasión, Muerte y Resurrección nos comunicó la salvación en plenitud.

También Jesús celebró ritualmente esa salvación. Transformó el rito judío en la celebración por medio de la cuál la salvación quedó en medio de nosotros. Y envió a su Iglesia para que realizara esta celebración hasta el fin de los tiempos.

Aquí nace el sentido de la Liturgia en la Iglesia: ella es la celebración del acontecimiento pascual. La liturgia tiene hoy la tarea que tenía en el tiempo de Jesús su cuerpo: comunicar por medio de los gestos y de las palabras la salvación.

Podemos preguntarnos entonces: ¿funciona la comunicación en nuestras celebraciones?

No dudamos que cada celebración es el momento en el cual Dios comunica su salvación. Pero ¿lo experimentamos realmente?

Esa comunicación pasa a través de los gestos y signos que nosotros realizamos. Conocer esta dinámica es el objetivo por el cuál nos reunimos estos días.

1. La Comunicación en la liturgia.

La comunicación pertenece a la estructura sacramental de la celebración. Por medio de esa comunicación Dios interviene en la vida de los hombres a través de las palabras y los signos.

La liturgia es un diálogo entre Dios y su Pueblo. Este diálogo ha comenzado en la automanifestación de Dios en Jesucristo y se prolonga en el acontecimiento litúrgico. Este se convierte en un encuentro eficaz y salvífico para el hombre.

A) Comunicación de Dios al hombre

Toda la revelación de Dios descansa sobre el acontecimiento de la autocomunicación de Dios en Jesucristo. En efecto él es el comunicador del Padre.

Pero Jesucristo es a la vez comunicador y mensaje, evangelizador y evangelio.

La obra comunicadora de Cristo la prosigue el Espíritu Santo. El es el comunicador interior en la actual etapa de la historia de la salvación que se realiza en la Iglesia y particularmente en la liturgia.

La liturgia es cauce, momento y ámbito de la comunicación de Dios al hombre y de la respuesta de éste en la fe, a través de los diversos elementos de la celebración.

En la liturgia se cierra ese circuito iniciado en la revelación. Así lo expresa el Concilio: “En la liturgia Dios habla a su pueblo: Cristo sigue anunciando el Evangelio. El Pueblo responde a Dios con cánticos y oraciones” (SC 33).

Esta función comunicativa de la liturgia es consecuencia a su vez de ser epifanía de la Iglesia.

Por eso la liturgia comunica mucho más que una información o un mensaje de ideas o sentimientos. Comunica una vida, la vida de Dios, que tiene su fuente en el Padre y su medio de expresión significativa y de eficacia en los sacramentos que Jesucristo ha dejado a su Iglesia para que los realice bajo la acción del Espíritu Santo.

La comunicación de Dios con los hombres es inseparable de los gestos y de las palabras que significan y contienen lo que el ha querido transmitir.

De ahí que los gestos y las palabras de la liturgia constituyen, en términos de la ciencia de la comunicación, el soporte del “mensaje” divino de la salvación, o sea, el código adaptado a la capacidad del receptor, el hombre.

Este es un ser situado en la historia, es decir en el tiempo y en la geografía, y tiene necesidad de percibir la salvación en las realidades sensibles y creadas que puede ver y entender.

En la liturgia no solo se anuncia la salvación sino que se realiza también eficazmente en un régimen de signos sensibles, que hacen que el hombre comprenda lo que Dios le ofrece y lo acepte con fe.


Ejercicio 2.

1. Pensar un rato solos en una celebración litúrgica que haya impactado muy

fuertemente en mi vida.

· ¿Qué es lo que más me quedó? ¿Por qué?

· Hay algún signo que recuerde especialmente

· Que sensaciones quedaron guardadas dentro mío al concluir la celebración

2. Compartir con el que está a mi lado el último punto.


B) Comunicación entre los hombres

La liturgia también es en cuanto celebración de la Iglesia y por consiguiente acción humana, comunicación interpersonal de todos los que se han reunido para celebrar.

La celebración exige verdadera comunicación a nivel humano por parte de todos los que participan en la acción litúrgica, de manera que el yo y el tu, dentro del horizonte comunitario se transforma verdaderamente en el nosotros eclesial, sujeto integral de la liturgia.

Más aún, a través de la comunicación humana e interpersonal de los miembros de la asamblea litúrgica se produce también la automanifestación de Dios, puesto que la asamblea es el primero de los signos de la presencia del Señor en la liturgia.

En el diálogo entre Dios y los hombres intervienen diversas personas según el grado de participación litúrgica y la naturaleza de la acción: presidente, ministros, guías, cantores. Aquí se producen una serie de emisiones y de recepciones, de interacciones personales, individuales y comunitarias, que influyen y condicionan de alguna manera la misma comunicación del misterio que se celebra.

La grandeza y la servidumbre de la liturgia cristiana está precisamente aquí, en la mediación humana querida por Dios para la automanifestación de su voluntad salvífica.

C) Exigencias indispensables:

Notamos la gran importancia que tiene realizar bien todas las acciones comunicativas dentro de la celebración: leer, cantar, hablar, hacer los gestos, llevar a cabo los ritos, para que “funcione” la comunicación en la liturgia.

No se puede ignorar y menos despreciar las exigencias antropológicas de todos los gestos litúrgicos.

Hoy ya no basta con hacer las cosas “válida y lícitamente”, sino que se ha de procurar una celebración consciente y fructuosa.

Hoy tenemos que asumir el desafío de cambiar la imagen de una Iglesia que solo asiste, escucha y cumple por la Iglesia que participa y se comunica con el misterio de la salvación. Y lo bueno de esto es que no hay que esperar tanto, el próximo domingo ya lo podemos empezar a realizar. Y esto depende mucho de cada uno de nosotros. Es una actitud de cada participante.

Esto debe ir unido a una noble sencillez y transparencia en la acción, para que toda la celebración “hable” por si misma, sin necesidad de hacer constantemente explicaciones.

Todos los elementos de la celebración son portadores de una experiencia religiosa que se ha ido acumulando a lo largo de los siglos, en unos casos, y en la que es esencial siempre la fe de una comunidad y la pertenencia a la Iglesia de Cristo.

De allí la insistencia en del Vaticano II y de todos los documentos en la educación litúrgica y en la participación activa de los fieles.

Para acceder a esa experiencia no hay otro camino que la comunicación humana en el interior de la celebración por medio de todos los signos y demás elementos que entran en juego.


Ejercicio 3.

1. Con cuál gesto que realizo en la celebración de la eucaristía experimento que

me estoy comunicando con los demás

2. Como puedo hacerlo mejor.

3. Lo comento con mi “vecino”

4. Asumimos un compromiso para llevarlo a cabo en la próxima celebración.


D) Funciones de la Comunicación en la Liturgia

La comunicación en la liturgia se produce de diversos modos. Podemos distinguir al menos estas “funciones” comunicativas.

· Informativa y didáctica

es la que transmite doctrina, creencia, valores. Puede darse a través de la palabra hablada o cantada, o también por medio del gesto. Si bien el último fin de la liturgia no es la enseñanza, sin embargo en ella hay muchos elementos que instruyen. Ejemplo: lecturas bíblicas, homilía. La proclamación del evangelio ocupa dicha función.

· Motivadora e incitante

la que motiva a realizar determinados actos (caminar, orar, mirar, hacer silencio, escuchar). Anima a crear actitudes favorables de cara a la comunicación con Dios o a la comunicación con los participantes. Se puede dar por medio de la palabra, o por medio del gesto, o también por medio del canto.

· Estética

la que comunica una emoción poética o lírica al servicio del acontecimiento que se celebra. Esta reservada generalmente al canto y a la música. Pero también se extiende a toda la ornamentación de una iglesia: las flores, las luces, los colores litúrgicos, el ámbito sagrado.

· Mistagógica

Es la función comunicativa propia de la liturgia. Conduce directamente a una más profunda penetración en el misterio. Por medio de ella se nos comunica la gracia de Cristo y la comunión trinitaria a través de los signos sacramentales. Hay una comunicación a través de los símbolos (agua, aceite, pan, vino).

Este función comunicadora de la liturgia pide una iniciación, por pequeña que sea. Estamos frente a símbolos que, aunque tienen un alcance universal, nunca dejan ver la totalidad del contenido, ni siquiera a lo ya iniciados.

Esta iniciación hay que prepararla antes de la celebración, en una buena y constante catequesis litúrgica.

Sin embargo una buena celebración constituye siempre una factor muy eficaz de iniciación y de experiencia religiosa y mistérica.

Hoy se impone cada vez más, la necesidad de usar adecuadamente todas las formas de comunicación de la liturgia, para que se mantenga el indispensable equilibrio entre ellas.

E) Códigos de comunicación utilizados en la celebración litúrgica.

· Sonoros (oído)

* verbal: es la forma más noble de comunicación humana. En la liturgia esta tiene una primacía fundamental tanto en la Proclamación de la Palabra de Dios como en las oraciones que eleva el sacerdote (eucología), o los demás ministros. Pide que siempre exista un ministro que lea, proclame, explique, ore, invite a orar, ore y realice los actos sacraméntales que siempre van unidos a la palabra. Pide también que el código lingüístico que hace posible la comunicación verbal, sea efectivamente compartido por los ministros de la liturgia y por el pueblo (emisores y receptores), pues no basta el uso de la lengua común en la celebración. Por último siempre se debe cuidar la pronunciación, la entonación, el ritmo, el énfasis. Por medio de estos códigos se transmite un talante y una espiritualidad.

* canto: el canto da relieve, ritmo, melodía y profundidad a las palabras. Expresa sentimientos, cohesiona el grupo, crea comunidad, introduce un elemento de estética y contribuye al carácter festivo de la celebración. No es un mero elemento de adorno, sino expresión del mundo interior de los hombres. Adopta formas de himno o canto ejecutado por todos (Gloria), aclamación (aleluya), meditación (salmo) o proclamación lírica (Pregón pascual).

* música: Nos referimos aquí a la música que va separada del canto. Podemos hablar de tres clases de audición de música. Directa (conciertos), indirecta (acompaña una acción), “ambiental” (crear una atmósfera agradable). La modalidad de una celebración litúrgica excluye la música como concierto. En cambio admite la música sola que pueda acompañar un rito (la presentación de dones), o cubrir espacios de silencio (después de la homilía o de la comunión). Es común en muchas iglesias la música ambiental antes de las celebraciones. Disponen y preparan el corazón para la celebración.

* silencio: aunque parezca paradójico, también el silencio tiene una función expresiva y comunicativa. En la celebración es un espacio para la interiorización, la contemplación y la oración personal que se va a integrar en la oración litúrgica y eclesial.

· Visuales (vista)

* gesto: apoya la palabra pronunciada (manos abiertas en la oración presidencial) o es expresivo por si mismo (beso del altar, el lavatorio de pies). Esos gestos tienen un significado, expresan una relación y resaltan una intención. Visualmente comunican. Las actitudes corporales significativas favorecen las actitudes religiosas mucho mejor que las mismas palabras (especialmente para los que presiden). Deben ser auténticos y realizarce con naturalidad y verdad.

* símbolo e imágenes: los símbolos de la luz, el fuego, el agua, la ceniza y otros producen un impacto visual en toda la asamblea, y son una verdadera fuente de comunicación. Las imágenes y especialmente los íconos han sido desde el principio mismo de la Iglesia un medio de comunicación visual muy importante.

* vestidos y objetos: el libro de los evangelios que se lleva en procesión (evangelario), la Cruz, el cirio pascual, los candelabros, las flores entran en la categoría de significantes capaces de transmitir un mensaje. En cuanto a la vestimenta de los ministros esta surge cuando las asambleas eran multitudinarias y fue necesario distinguirlos (especialmente al presidente). Hoy ponen de manifiesto el lugar particular que ocupa quien preside una celebración y sus colaboradores más cercanos. Los colores de los ornamentos también comunican las diversas características de los tiempos litúrgicos.

* espacio: podemos sostener que los edificios, sea cual sea su destino, traducen en estructuras y en ornamentación los valores atribuidos a los diversos aspectos de la existencia humana. La estructura de una Iglesia, antigua o moderna, expresa una determinada idea del misterio de la comunión eclesial. Hoy se cuida muchísimo este aspecto. Fijemos la atención en un Banco o en un Comercio: suelen estar muy bien pensados para su fin (a veces mejor que un templo). El espacio pensado para un templo pide nobleza y autenticidad en los materiales, valor artístico en cuanto sea posible y funcionalidad litúrgica y comunicativa.

· Táctiles (tacto)

En algunas celebraciones sacramentales el tacto comunica la misma gracia sacramental. Así la signación, la unción, la imposición de manos, la unión de manos de los esposos. También en estas celebraciones hay otros gestos que acompañan e ilustran lo que se celebra: tomar las manos del ordenado en la promesa de obediencia, el beso de la paz, el abrazo de recepción en el orden sagrado, imposición del anillo episcopal o de las alianzas de los esposos. Hay otros gestos no previstos en la ordenación general de algunos ritos, pero que expresan con más claridad lo que se está realizando (tomarse de las manos en el Padre Nuestro). Estos gestos son optativos y se adaptan a cada comunidad y cultura.

· Olfativos (olfato)

El incienso perfumado, símbolo de las oraciones de los santos, es un elemento comunicativo. Quiere manifestar el carácter de ofrenda que tiene toda celebración en la Iglesia. Es importante que el incienso no sea solo visual, sino que también se huela realmente. Otro elemento que tiene como finalidad comunicar por código olfativo es el perfume que se mezcla con el óleo para el Crisma. En nuestra diócesis se utiliza extracto de lavanda. El Crisma se distingue de los demás óleos por el perfume que emite. Aquellos que son ungidos (bautizados, confirmados, sacerdotes, obispos, altares y templos) deben transmitir a los demás el buen olor de Cristo.

· Gustativos (gusto)

También en este caso la celebración de la eucaristía está basada en un gesto comunicativo que pasa por el gusto. Hay que comer el Pan de Vida, Cuerpo entregado y beber la Sangre de la Nueva Alianza para así participar de la Pascua del Señor y realizar nuestra propia pascua. Este gesto de comer y beber alrededor de una mesa identifica a los cristianos como una comunidad. Deberíamos hacer todo lo posible por recuperar el gesto de beber la Sangre de Cristo. Y también de que el pan, aunque ázimo (sin levadura) sea significativamente “pan”. A veces la hostia está muy lejos de ser un trozo de pan.

F) Conclusión

La liturgia es un fenómeno de comunicación mucho más rico de lo que a primera vista parece. Más aún, antes de que las modernas ciencias del hombre prestarán atención a las comunicaciones sociales, la liturgia, inspirada en la pedagogía divina puesta de manifiesto en la Biblia, trata por todos los medios a su alcance de acercar el acontecimiento de salvación a los hombres y de ofrecerles un cauce para celebrarlo de acuerdo con la condición humana, expresiva y comunicativa a través del cuerpo y los sentidos.

Quienes tomamos parte en la acción litúrgica, tenemos el desafío de utilizar muy bien estos códigos multisensoriales por los cuales se comunica la salvación.

Ahora, como pastores del Pueblo de Dios debemos asumir el alegre desafío de realizar cada vez celebraciones litúrgicas donde se experimente vitalmente que somos salvados y que surgimos renovados para el compromiso cristiano, “mientras aguardamos con alegre esperanza la venida de Nuestro Salvador Jesucristo”. Porque:

La liturgia es mucho más que una serie de gestos llenos de significados que recibimos de una tradición de siglos...

ES EL MODO ESPECÍFICAMENTE CRISTIANO DE SER EN EL MUNDO.

Participar en ella es mucho más que presenciar con respeto un rito que hace otro...

ES EJERCER CON PALABRAS Y OBRAS EL OFICIO DE SACERDOTES QUE TODOS RECIBIMOS EN EL BAUTISMO EN ARMONÍA CON LA GRAN “ORQUESTA DEL PUEBLO” DE DIOS.

Servir en ella es mucho más que ofrecerse a dar una mano preparando cosas, leyendo, empezando los cantos...

ES ENTREGARSE AL SOPLO DEL ESPÍRITU PARA DARLE A DIOS VOZ, CUERPO, MÚSICA, BELLEZA, EXPRESIÓN PALPABLE, DELANTE DE LOS HOMBRES.

¿Es fácil?

NO

¿Vale la pena?

TANTO, QUE ALLÍ SE JUEGA TODA NUESTRA COMPRENSIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO. EN CIERTO MODO EN ESO NOS VA LA SALVACIÓN.